jueves, 10 de mayo de 2018

Maestra de la humildad


Poner la otra mejilla, negarnos a nosotros mismos, la muerte del ego, ser mas que nuestras propias emociones, convertirse en una decisión, ser más que un hombre, más que una mujer, más que un humano, convertirse en un ideal que vive y sueña, que no puede dejar de existir aun si su envase envejece o muere. 

Poner la otra mejilla, el acto que rechaza nuestra auto proclamada grandeza humana, nuestra lógica fría y limitada. Ser capaz de ofrecer amor a cambio de nada, a cambio de odio, a cambio de dolor, hacerlo con una sonrisa, aunque las lágrimas caigan en la soledad, aunque los ojos quieren liberarse pero los labios deciden sonreír, inocentemente, sin sarcasmo, sin vanidad, sin ego. 

Negarnos a nosotros mismos, la muerte del ego, la verdadera libertad, responder con amor a la amenaza que violenta aún nuestra propia vida, poder responder inmerso en la paz, prefiero morir, toma mi vida. 

Convertirse en una decisión, en aquel niño que le duele, que está feliz, que llora, que sonríe, que está herido, que está satisfecho, que tiene miedo, que es valiente. En aquel niño que no importa lo que sienta, lo que esté experimentado, lo que sea, de dónde sea, de quien sea, en aquel niño que siempre, siempre, responde con amor, aunque la correspondiente emoción sea lo último que esté en su corazón en ese momento. 

De todo corazón, Dios, Universo, como quieras llamarle, al amor absoluto, muchas gracias, pues pusiste en mi vida a una maestra, una maestra en poner la otra mejilla, en negarse a si misma, en ser más que sus emociones, a una maestra de la humildad, madre.