jueves, 28 de abril de 2011

Cuentos cortos I

Aquel bella y colorida ave alzó sus alas sobre la ahora fértil tierra. Agitó su vuelo con fuerza en contra del viento y avanzó hasta perderse en el horizonte de sus espectadores y de todo aquel que le vio en algún momento.

Al llegar a ese pacífico lugar, se sintió por fin en casa cuando observó a todas las aves  volando alrededor suyo como recibiéndola en un fuerte, pero lejano abrazo. Estos pequeños compañeros aunque eran idénticos a ella en todo sentido obvio, no se le acercaban jamás y cuando para evitar el aburrimiento decidía cantar un poco, alguna solía interrumpirla deteniéndose solo cuando ella lo hacía.

Algunos días después, en medio del miedo al rechazo, decidió acercarse a una de las aves presentes. Con sigilo acercó su pequeño pico al ave mas cercana y sintiendo el frío y duro escalofrío que le recorrió, saltó alejándose de la escena.

El miedo le embargó, sintió como las paredes se acercaban más y más limitando el aire y al verse presa de la desesperación respondió con el instinto más básico, su ira destruyó los espejos que ahora cayeron a su lado rompiendo la ilusión de compañía.

Cuando aquellos vidrios rotos cayeron al suelo, ella sintió el dolor de saberse sola en medio de la nada en la oscuridad, así que cerró los ojos, abrió las alas y comenzó a volar con el viento sin detenerse, hasta que al pasar la ultima nube, comprendió que debía tener los ojos cerrados para no verse a sí misma y poder ver la luz del sol.